Nuevos hábitos, nueva vida. Parte 3: ¿Por qué nos resulta tan difícil cambiar de hábitos?
En primer lugar, porque posponemos actuar, nos encanta la procrastinación. Lo vamos dejando para luego ya que no tenemos consecuencias inmediatas de posponer, aunque tenemos claro que de una u otra forma sufriremos las consecuencias en el futuro. Nos resulta más fácil revisar el correo o Facebook que terminar el informe que tenemos pendiente o quedarnos viendo nuestra serie favorita en vez de ir al gimnasio. También esperamos el momento perfecto para hacerlo, en el cual todo estará perfecto para empezar. ¿Cómo combatir estas situaciones? No esperes para actuar a que llegue el momento perfecto, a que las condiciones sean ideales: ese momento es ahora. Cuantos más “mañana empiezo” acumules, más grande será la resistencia de dar el primer paso. Por otra parte, reflexiona acerca de las consecuencias que tendrá que pagar tu yo futuro por no haber actuado y vence la resistencia mental que sientes para dar el siguiente paso.
Otra poderosa razón es que buscamos soluciones rápidas. En la sociedad actual, todo es para “ya”, lo queremos todo en el momento y esto no funciona al trabajar con nuestros hábitos. Los cambios duraderos requieren de un proceso, con etapas de crecimiento, no son un suceso aislado. ¿Qué proceso seguimos desde que estamos tumbados en la cuna hasta que somos capaces de correr? Primero como bebés aprendemos a gatear, luego damos pequeños pasos, caminamos y finalmente somos capaces de correr. No nos podemos saltar ninguna etapa, todas son esenciales e indispensables. En todo el proceso, cada paso es importante y cada uno toma cierto tiempo en completarse. ¡Ten paciencia y no tires la toalla!
En ocasiones nos dificulta la tarea el marcamos expectativas no realistas. Solemos mirar al futuro con un marcado optimismo muchas veces motivado por una ingenuidad e inocencia que nos lleva a no medir bien las dificultades y riesgos y sobrevalorar nuestras capacidades debido a la motivación del momento. Las dos situaciones más comunes en las que nos podemos encontrar son: que crees que va a ser muy fácil lograr resultados y la realidad te dice que no es tan fácil. ¿Qué haces? Abandonas. La segunda es que piensas que va a ser muy difícil lograr resultados y buscas la solución más rápida a tu alcance o te quedas como estás. ¿La solución? Haz un plan de acción. Te centrará en la realidad y te obligará a pensar de forma más objetiva respecto al futuro.
¿Qué decir del miedo al cambio? Al sustituir un hábito por otro nos movemos desde un equilibrio actual hacia otro futuro, el problema es que durante la travesía pasamos por una situación de inestabilidad. Si percibimos esta inestabilidad como algo negativo y tenemos la sensación de que estamos perdiendo o dejando algo, puede que dudemos de nuestra capacidad de poder responder ante la nueva situación y nos entren miedos. Todos hemos sentido con mayor o menor intensidad esa sensación en el estómago que nos paraliza, lo que sumado a esas creencias limitantes que nos convencen de que no podemos, de que no somos capaces de hacerlo, nos impide tomar acción y lograr lo que nos propusimos. El más común de estos miedos es el miedo al fracaso, que hace que abandones ante la posibilidad de sentirte decepcionado, desilusionado y frustrado.
Decidir entre una actividad y otra también requiere un consumo de energía en el cerebro. Por eso éste se resiste a cualquier cambio. Tal como comentamos en la anterior parte del post, ejecutar viejos hábitos ahorra energía. En cambio una actividad nueva requiere de más energía para decidir.
¿Cómo podemos vencer a nuestro miedo al cambio? Enfrentándonos a la situación como un reto en vez de ver en ella una amenaza. Esto supone:
- Poner el énfasis en todo lo que podemos ganar en vez de quedarnos atrapados dándole vueltas a lo que perdemos
- Adoptar una actitud positiva de manera que veamos el objetivo como una situación en la que vamos a estar mejor y no simplemente cómo sobrevivir al cambio
- Canalizar nuestras emociones de manera activa, haciendo, actuando, en lugar de canalizarlas con respuestas pasivas, de ausencia de acción.
- Procurar que la energía que nos mueva sea la de la aspiración frente al miedo.
- Adoptar una mentalidad de abundancia (salgo ganando) frente a una mentalidad de pobreza (salgo perdiendo).
Por último, si no tenemos una estrategia o ésta es inadecuada, resulta complicado conseguir nuestros objetivos. Es como caminar a ciegas, no sabemos hacia dónde vamos y tampoco sabemos cuánto hemos avanzado. Algunos de los errores más comunes que cometemos al planificar suelen ser: comenzar con una meta difícil de lograr. No te propongas escalar el Everest en tres meses si ni siquiera sales a la montaña regularmente. Querer cambiar muchas cosas al mismo tiempo, lo único que conseguiremos es agotarnos y abandonar. Pretender avanzar demasiado rápido buscando soluciones rápidas y alivios temporales.
Como conclusión, por difícil que parezca el reto de sustituir un mal hábito por uno que nos ayude a mejorar, la recompensa merece la pena. Además, al sustituir un hábito por otro, se produce un impacto (cambio) en otras actividades de la vida, es decir, contamos con un efecto multiplicador a la hora de lograr nuestros objetivos. Ánimo y a por ello. Recuerda que “tan solo” necesitas paciencia y perseverancia.