Inteligencia emocional en la familia y en el colegio
¿Sueles ver las noticias en televisión y leer prensa ya sea online o en papel? Habrás notado que constantemente nos bombardean con noticias que tienden a mostrarnos el lado negativo de la sociedad de una manera morbosa. Es cierto que hay hechos que están ahí, aunque no nos guste convivir con ellos: bullying en colegios, maltrato en el seno familiar, falta de ética en el ámbito político, abuso de drogas y alcohol en la juventud… añade tú a la lista los que más te impactan. En tu empresa ¿Convives con un individualismo fomentado por la atroz competitividad que se nos impone? ¿Con directivos carentes de empatía y sentimientos? En tu familia ¿Las relaciones son como te gustarían? Mira hacia dentro de ti ¿Sabes gestionar tus emociones? ¿Qué tal te relacionas con tu entorno? ¿Cómo vas de empatía? ¿Te sientes satisfecho con tu autoconfianza, autocontrol, motivación…?
Las buenas noticias son que a medio plazo todas estas situaciones pueden ser reversibles si comenzamos a introducir la inteligencia emocional en los proyectos educativos de los colegios, complementando el aprendizaje tradicional focalizado en lo cognitivo. Nuestra madurez emocional es la que nos guía cuando aparecen situaciones difíciles o tareas muy importantes en la vida. Para ello es necesario promover la implicación y participación activa de los protagonistas de la formación de nuestros hijos: profesores, padres y, por supuesto, a los propios niños. Si alguno de ellos queda fuera del sistema será complicado obtener los resultados esperados.
Como dijo Manuel Castells, no vivimos una época de cambios, sino un cambio de época, caracterizada por profundos y rápidos cambios en los ámbitos tecnológico, social y económico y por una gran incertidumbre que está transformando nuestras formas de vida. Resulta complicado predecir el futuro que vivirán nuestros hijos. Habilidades sociales y emocionales que hasta ahora nos permitían vivir en sociedad deben ser reformuladas para hacer frente a los nuevos retos que se nos presentan.
El reto es alto, es complicado pasar de cero a cien en un breve periodo de tiempo, aunque ineludible si queremos vivir en una sociedad más Humana. Llevamos relativamente poco tiempo explorando distintos caminos, poniendo en marcha nuevas iniciativas que comienzan a dar frutos, aunque todavía contamos con la reticencia e inmovilidad de cierta parte del sistema escolar para incorporar estas prácticas en sus proyectos educativos. Éste tiende a centrarse en las habilidades basadas en el análisis y razonamiento crítico, olvidando las múltiples inteligencias que tenemos, jerarquiza las materias minusvalorando las relacionadas con humanidades y arte y valora a los alumnos por los resultados obtenidos en test estandarizados que en la mayor parte de los casos dejan fuera de sus resultados capacidades relacionadas con la inteligencia emocional. Esta aproximación a la educación margina a quienes no están preparados por naturaleza para aprender en este marco y coarta el pensamiento creativo. En el siglo XXI los empleos y la competitividad dependen totalmente de las cualidades que el sistema escolar está reduciendo. Las empresas afirman que necesitan personas creativas y capaces de pensar por sí mismas.
¿Qué puede suceder si las instituciones educativas van por detrás de la sociedad? De acuerdo con la Ley de Revans, para que una organización sobreviva su tasa de aprendizaje ha de ser al menos igual a la tasa de cambio de su entorno. Dicho de otra manera, si no se ponen las pilas otras alternativas ocuparán su lugar. Por este motivo es fundamental la formación de los docentes con un doble objetivo: aprender a gestionar la relación emocional entre los alumnos y profesores y obtener la capacitación en las habilidades que le permitan transmitirles lo que vamos a tratar a continuación.
Centrándonos en la inteligencia emocional, vamos a ver un par de definiciones para asegurarnos de que entendemos lo mismo cuando nos referimos a ella. Según Salovey y Mayer, pioneros en la investigación en este campo, es “Una forma de inteligencia social que implica la habilidad para dirigir los propios sentimientos y emociones y los de los demás, saber discriminar entre ellos y usar esta información para guiar el pensamiento y la propia acción“. Para Daniel Goleman, famoso divulgador de este tema, consiste en “la capacidad de reconocer nuestros propios sentimientos y los de los demás, de motivarnos y de manejar adecuadamente las relaciones”.
Ésta comprende la inteligencia intrapersonal, la capacidad para comprenderse uno mismo, apreciar los sentimientos, y la interpersonal, la capacidad para comprender las intenciones, motivaciones y deseos de otras personas. Las habilidades relacionadas con la primera son la autoconciencia, autocontrol y motivación y las concernientes a la segunda, las habilidades sociales y la empatía
¿Es una moda pasajera? ¿Palabrería hueca “new age”? Creo que no, ya se han puesto en marcha diferentes iniciativas por todo el mundo con las que se han logrado evidentes avances. Entre otros podemos citar como los más destacables:
- La igualdad en las relaciones entre géneros con lo que mejora el respeto y la convivencia.
- La adopción de actitudes comprensivas hacia los demás, la solidaridad con los problemas y dificultades de otras personas. Como consecuencia surgen comportamientos de ayuda mutua.
- La disminución de la violencia y mejora de la conducta en las aulas.
- Mejoras en el proceso de aprendizaje.
- El desarrollo de la capacidad para afrontar y superar con mayor seguridad y confianza los retos que el mundo cambiante en el que vivimos nos ofrece.
- La adquisición de seguridad y autoestima.
- La potenciación de la creatividad y el descubrimiento de diferentes alternativas a la hora de tomar decisiones.
- La asunción del sentido de la responsabilidad.
En definitiva, mejoran las habilidades personales y sociales de los alumnos que participan en estos programas. De hecho, el adecuado manejo de las habilidades relacionadas con la inteligencia emocional es lo que determina el éxito y felicidad en la vida, muy por encima de la importancia otorgada hasta ahora al cociente intelectual. Como ondas que se expanden en el agua al tirar una piedra, este impacto positivo se extiende desde las aulas al ámbito familiar y a largo plazo, cuando estas personas se incorporen al mercado laboral, las empresas contarán con profesionales que cuentan con más “herramientas internas” para desempeñar mejor sus funciones y mantener unas relaciones emocionalmente sanas.
El papel que desempeña el sistema educativo es fundamental, aunque si no se complementa desde el entorno familiar, el trabajo realizado por los docentes no logrará su objetivo. Un rasgo fundamental de la familia consiste en su capacidad socializadora: en su seno se aprenden las cosas más importantes para enfrentarse a la vida y se ponen los cimientos sobre los que se construye cada individuo, constituye el primer entorno en el cual nos socializamos. Si los padres somos inteligentes emocionalmente, seremos capaces de comunicarnos con ellos mejorando nuestras relaciones, de valorar sus rasgos de una manera positiva, de hacerles entender las consecuencias de sus actos inculcando así en ellos el sentido de la responsabilidad y de orientarles hacia el logro de objetivos beneficiosos para ellos. Seguro que se te están ocurriendo muchos otros beneficios de integrar a partir de ahora la educación emocional en tu entorno familiar. Esto me recuerda algo que me contó un amigo que también se dedica a trabajar en colegios la inteligencia emocional. El “malote” de la clase, tras una dinámica en la que a cada uno le decían el resto de los compañeros qué es lo que más les gusta de él/ella, se echó a llorar. Estaba conmovido por lo que había oído y dijo que sus padres nunca en su vida habían reconocido algo positivo en él. Tras este ejercicio su conducta y las relaciones con sus compañeros cambió totalmente, apareciendo la mejor versión de sí mismo.
El desarrollo de habilidades emocionales en la familia comienza por nosotros mismos, los padres, pues somos los modelos de comportamiento para nuestros hijos, su principal fuente de información. El ejemplo no es la mejor manera de enseñar, es la única ¿Cómo podemos comprender que nuestro hijo está enfadado si ni siquiera somos capaces de reconocer esa emoción en nosotros mismos?
Desde “De otro modo” ponemos nuestro granito de arena mediante un Programa cuyos protagonistas son los actores anteriormente mencionados: padres, centros educativos y alumnos. Tanto para padres como para docentes ofrecemos conferencias gratuitas con el fin de que tomen conciencia de la importancia de la inteligencia emocional en la formación como Personas de sus hijos y alumnos. Estas conferencias se complementan con talleres para padres (“Herramientas de inteligencia emocional para padres”), profesores (“Aula emocional”) y alumnos. Este último se imparte para tres diferentes tramos de edad, dados sus distintos grados de madurez (Niños: 4 a 6 y 7 a 9 años, preadolescentes: 10 a 12 años y adolescentes: 13 a 15 años). La metodología aplicada es interactiva y vivencial, donde a partir de dinámicas, juegos y actividades diversas, se presentan los diferentes contenidos teóricos ofreciendo herramientas para la reflexión y la transferencia del aprendizaje. Adicionalmente trabajamos apoyando a familias, docentes y alumnos mediante procesos de Coaching personal que puedan ayudar a mejorar y superar situaciones en este contexto.
Tanto las conferencias como los talleres y los procesos de Coaching están a disposición de centros educativos, asociaciones y particulares. Si crees que podemos colaborar, no dudes en ponerte en contacto con nosotros para adaptar nuestro Programa a vuestras necesidades.