Esto marcha ¿Y ahora qué?
Hace un tiempo decidiste vencer tus miedos, dar vida a tu sueño y buscar financiación para crear tu propia empresa. Quizá tu sólo, o puede que junto a otras personas en quien confiabas para acompañarte en el reto.
Posiblemente te vengan a la cabeza recuerdos de esos primeros tiempos en los que hacías mil cosas a la vez para salir adelante, en los que lo más importante era encontrar clientes para tus productos y servicios. Las facturas y demás obligaciones de pago parecían llegar antes que los ingresos en el banco… noches sin dormir. Como la empresa todavía era pequeña, te resultaba relativamente sencillo organizar y coordinar el trabajo, atender personalmente a los clientes y gestionar los cambios.
Resulta que tu idea era buena, muy buena. Diste en el clavo y lo que ofrecías al mercado satisfacía las necesidades de mucha gente. ¿Y ahora qué hago?, te preguntas. Con mis instalaciones y plantilla actual no puedo cubrir los pedidos. ¿Contrato a más gente? ¿Abro otra línea de producción? ¿Amplío el local? Esto se me va de las manos. Haces números y decides crecer. Pero claro, esto ya no es como en los viejos tiempos. El negocio requiere una gestión más profesionalizada y todo parece ir mucho más rápido. Por algo dicen las estadísticas que, de media, el 80% de las PYMES fracasa antes de 5 años.
Tras la ampliación, las ventas y la empresa han crecido, pero algo no va bien. Parece que en la empresa estáis perdiendo flexibilidad, la capacidad de reacción es más lenta a la hora de tomar decisiones, comienzan a surgir conflictos por una comunicación poco eficiente, sientes la necesidad de empezar a escribir normas y procedimientos…Un día te despiertas especialmente cansado. Te encuentras agotado por querer llegar a todo, por la intensidad con la que vives tu agenda y te das cuenta de que te estás convirtiendo en el cuello de botella por querer tener todo controlado. Decides poner fin a esta situación y la cabeza se te llena de preguntas ¿Hago un MBA para aprender a gestionar el negocio y me dedico sólo a dirigir? ¿Alguno de mis socios lo haría mejor que yo? ¿Asciendo a alguien? ¿Contratamos mejor a alguien? ¿Quién puede y quiere ocupar ese papel? Y no sólo ese papel, también necesitaríamos profesionalizar otros puestos clave. Estas decisiones son fundamentales, pueden devolverte a la casilla de salida de nuevo o impulsarte hacia el éxito.
Bien, ya hay alguien a quien llamáis Director, CEO, Gerente, que está al timón y habéis nombrado responsables de área, directores de departamento o como los llaméis en vuestra empresa. Probablemente, para medir su rendimiento habéis definido indicadores de negocio basados en rentabilidad, beneficios, crecimiento…pero ¿Habéis tenido en cuenta habilidades como el liderazgo, la capacidad de motivar a sus equipos, cómo delegan, cómo gestionan su tiempo y el de los demás, cómo se enfrentan a los conflictos, si son hábiles negociadores?
Actualmente se exige como requisito a un directivo que cuente con habilidades sociales bien desarrolladas, no es sólo evaluado por sus conocimientos técnicos, títulos profesionales, o postgrados. Debe ser capaz de relacionarse en sus entornos equilibrando las ‘habilidades duras’ con las ‘blanda’. De acuerdo con una investigación dirigida por la Universidad de Harvard, el Centro de Investigación de Stanford y la Fundación Carnegie, el 85% del éxito en el trabajo proviene del desarrollo de las habilidades blandas (soft skills) y sólo el 15% de las habilidades técnicas (hard skills). De hecho, nos contratan por aptitudes y nos despiden por actitudes.
¿Te ha dado qué pensar este post? ¿Te ves en esta situación y quieres resolverla? Llámame y trabajamos juntos para encontrar una solución.